miércoles, 26 de mayo de 2010

V

V
El timbre suena.
– ¿Diga?- dice Danielle mientras sujeta el peine entre los dientes. Va cargada con una lavadora para tender, aprieta al botón del interfono con la nariz.
– Soy yo. ¿Puedo subir?
Danielle vuelve a pulsar el botón y se pregunta:
« ¿A qué viene ésa pregunta tan estúpida?»
Echa la ropa en una silla, y acaba de peinarse. El timbre de casa suena un par de minutos después.
Danielle abre la puerta, preparada para decir una frase burlona, pero se encuentra a un Jacques cabizbajo, un Jacques que desea golpearse la cabeza contra la pared hasta la muerte.
– Jacques… ¿Qué ha pasado?
– Soy idiota…
– Es por Eloise, ¿Verdad? ¿Has tenido una recidiva?
– ¿Una recidiva?- Jacques aprieta los labios— Está en casa, como si nada hubiese pasado.
Danielle permite que su boca caiga como un resorte, y después dice:
– ¿Qué?
– Sí, así me he quedado yo. Encima me ha echado en cara que haya guardado sus cosas. ¿Te lo puedes creer?
– ¿Qué ha pasado después?
Danielle sabe a ciencia cierta que Jacques es demasiado bueno como para haberla echado, de tan bueno es tonto.
– Ella… Yo… Bueno, ya sabes. Yo la quiero.
No necesitaba más para hacerse más o menos la idea de lo que había pasado.
– O sea, que la tienes en casa- calla unos instantes, después decide ser sincera— sí, eres un poco gilipollas, la verdad.
– He venido cuando se ha metido en la ducha.
– Cobarde- le mira, incapaz de creerlo— ¿Y qué piensas hacer? ¿Esperar hasta que se marche?
Él se muerde el labio inferior, sabiéndose descubierto.
– Ése era el plan.
– No lo entiendo, ¿Por qué no puedes ser como cualquier persona normal y decirle “hasta luego”? Eres masoquista.
– Yo…
– Lo sé, quieres a Eloise- puso los ojos en blanco— ¿Pero no ves que así sólo te torturas?
– Por favor, déjame quedarme hasta que se vaya…
Casi está al borde del llanto.
– Idiota, claro que puedes quedarte. ¿Pero crees que eso será antes, o después de que se acabe el mundo? ¿Y si se adueña de tu casa?
– Mañana a las seis sale su avión…
– De fin de semana a casa del chico al que he dejado tirado. ¡Mira que es retorcido!
Jacques arruga los labios.
« Joder, ¡Qué asco de vida!», piensa.
– ¿Podemos hablar de otra cosa?- dice.
Ella medio sonríe, y le atrae hacia ella.
– Anda, dame un achuchón.
Él traga saliva. Intenta no llorar, y aquel incómodo nudo de lágrimas se ha acomodado en su garganta. Se agarra fuertemente a Danielle, que permite que la aplaste durante unos instantes. Después le detiene:
– Eh, eh, controla tu fuerza, no me dejas respirar.
Él ríe, sorbiéndose los mocos. Y ésta vez es ella quien lo dice:
– ¿Por qué habrá vuelto?
Pero no quiere que Jacques siga pensando en el tema, ha sido una pregunta mental formulada en voz alta. Se corrige rápidamente.
– ¿Quieres que cantemos un poquito, o me ayudas a tender?
– When I see your smile…- entona, ocultando la cabeza entre el cabello de Danielle. Su voz sale ahogada. Después, se echa a llorar, dice— Ni pizca de ganas de tender.
Danielle le abraza más fuerte, y piensa:
«Mírale, más blandito que un oso de peluche»
Sonríe. En realidad eso es una parte de lo que le hace tan genial.