miércoles, 9 de marzo de 2011

VIII

– ¿Te parece bonito?- se queja Colin, cruzado de brazos en el sofá con los labios fruncidos en una mueca de enfado.
– ¿El qué?- pregunta Edmund, desorientado. Lleva todo el camino a casa pensando en Danielle.
– ¿Cómo que el qué?- Colin enarca las cejas— He tenido que llamar a los chicos para decirles que esta semana de baloncesto nada… ¿Te parece bien? ¿Qué bicho te ha picado?
– No me apetecía…
– No te apetecía, ¿eh?
Edmund arruga la nariz.
– No.
– Llevamos saliendo los domingos a jugar al baloncesto desde el instituto… ¿Y rompes una tradición de años, sólo porque no te apetecía?
– Eh… ¿Sí? Vamos, Colin, tampoco es para tanto.
Colin resopla, pero no dice nada.
– Vamos… No seas injusto… Hay veces que tú no has ido.
– Ya, bueno, pero es distinto. Yo al menos tenía un motivo, con unas bonitas curvas, nombre y apellidos.
Edmund se ríe, sacudiendo la cabeza.
– ¿Si yo lo tuviera no estarías enfadado?
– ¿Lo tienes?- Colin enarca las cejas, desconfiado. Finalmente concluye— No, no lo tienes. Simplemente mírate.
– ¿Qué?- Edmund se echó un vistazo en el espejo.
– Vamos, que si hubiera una mujer en tu vida, no tendrías esa cara de amargado.
– ¿Amargado? ¿Yo?
– No, mi prima la de España. Que sí, tío, que necesitas tomarte la vida un poco menos en serio. Disfruta. La vida es corta.
– Colin, te estás pasando.
– No. ¿Sabes? No. Ya es hora de que alguien te lo diga. Estás dejando pasar tu vida mientras te centras en otras cosas.
Edmund pone los ojos en blanco y toma aire profundamente.
– Vale, pues haberte ido sin mí. No sé qué haces aquí, la verdad.
– Si no vas tú me falta la mano derecha.
Edmund, que está irritado y a punto de poner el grito en el cielo se da la vuelta, sorprendido.
– ¿Qué has dicho?
– Pues eso. Que si no vas… Bah, suena muy cursi, ¿De verdad quieres que lo repita?
– Por favor…
– Coño, en síntesis, que eres mi mano derecha, al menos en baloncesto.
Edmund se echa a reír.
– Gracias por la puntualización.
Colin sacude la cabeza, menos molesto.
– Bueno, a ver, ¿Qué es lo que ha pasado?
Edmund se encoge de hombros.
– No, no. Suéltalo. Esa insinuación de que puede que haya unas curvas distintas a las de la carretera en tu vida no puede quedar sin explorar. Por favor, dime que no has vuelto con Marine.
– No he vuelto con Marine- dice Edmund, suspirando. Marine. Casi había logrado apartarla de su mente.
Colin está aliviado, aunque se esfuerza en no aparentarlo. Quiere enfocar la conversación en la nueva mujer, no en la antigua.
– ¿Así que…?
– ¿No decías que no podía existir otra mujer con esa cara de amargado que tengo?
– Lo retiro.
Edmund frunce el ceño.
– ¿Retiras que tenga cara de amargado, o que pueda existir una mujer?
– Lo segundo.
– ¿Y en qué te basas?
– En que tú no insinúas mentiras. Odias mentir.
– Vale, vale. Tienes razón.
Pasan unos segundos, en los que Colin espera, y Edmund se niega a hablar.
– ¿Entonces qué?- Colin se cansa del silencio.
– Entonces nada. El día que se me quite esta cara de amargado te contaré.
Colin se ríe.
– Uh, te ha molestado de verdad.
– Sí.
– No te lo tomes tan a pecho. Sólo quiero decir que no estaría mal que sonrieses un poco más.
Edmund se moja los labios con la lengua.
– Bueno, de todas formas, creo que mantendré las expectativas hasta ver qué pasa. No quiero gafarlo.
Colin pone los ojos en blanco, y después entreabre los labios, cavilando.
– No será la amiga de Itzel, ¿Verdad?
Edmund da un respingo.
– ¡No! Por supuesto que no.
– Lo has dicho como si fuera un coco.
– No lo es. Sólo que no me gusta…
– …Esa clase de mujeres- termina Colin— ¿Sabes? Eres un santurrón insoportable. No sé porque soy tu amigo.
Edmund carraspea.
– Pues soy tu mano derecha… En baloncesto.