miércoles, 9 de marzo de 2011

III

Llama a la puerta, temeroso. A la puerta de su propia casa.
La seguridad se ha ido desvaneciendo por el camino, ya sólo quedan los restos. ¿Serán suficientes?
Eloise abre la puerta, mirando con los ojos entrecerrados al muchacho que espera al otro lado del umbral.
– Ya vuelves, ¿Eh?
Está furiosa.
– Sí, ya vuelvo. Igual que tú hiciste, en realidad- sonríe, acaba de encontrar el paralelismo que le llevará a la victoria.
– ¿Cómo dices?- Eloise frunce los labios, mientras prepara su garganta para demostrar al mundo lo disgustada que está.
– Lo que estás oyendo. Tú te fuiste. Y ahora estás aquí, quiero saber por qué. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué volviste? ¿Por qué me haces esto?
Entra en la casa, señala a todos los objetos recolocados de nuevo en su lugar.
– ¿Qué es lo que quieres de mí, Eloise?
– No quiero nada, Jacques. Estoy cansada. Cansada, y me siento estúpida. Vengo aquí, y tú huyes. ¿Cómo he de tomarme eso?
Él respira profundamente, Eloise sólo ha respondido a una de sus preguntas.
– ¿Y lo demás?
– Cállate, Jacques. ¿A qué vienen tantas preguntas? ¿Qué es lo que quieres tú?
– ¿Lo que quiero yo?- él abre la boca, sorprendido, golpeado, confuso. ¿Cómo puede hacerle aquella pregunta?— Lo que quiero yo es saber por qué, por qué la chica con la que estaba decidió marcharse a Londres de la noche a la mañana, por qué ella vuelve a la semana como si nada hubiese pasado, ¿Por qué, Eloise?
– Y-yo…- ella balbucea, en realidad ni siquiera lo sabe— Sigo estando enfadada, ¿Sabes?
Autodefensa. Se defiende del aluvión de preguntas de Jacques de la única manera que sabe hacerlo; gritando.
– No me importa- duda al principio, pero al final se decide. No le importa en absoluto que ella esté enfadada, no mientras se niegue a responder a sus preguntas. No mientras sea egoísta.
– ¿Que no te importa?- estalla Eloise— ¿Que no te importa? ¿Es que acaso algo te importa?
« Tú, tal vez», piensa él.
Pero responde.
– Eso mismo me pregunto yo de ti. ¿Qué es lo que te importa, Eloise?
Ella aprieta los puños, encajando el golpe. La pregunta ha vuelto, y ella no sabe cómo responderla.
« ¿Qué es lo que me importa?», piensa.
– Me importa la seguridad- dice, temblorosa— La seguridad, nunca me has dado seguridad.
– ¿Cómo dices?
Pero Eloise no ha acabado de hablar, e ignora su pregunta.
– Tú, y Danielle. Siempre vosotros dos. ¿Qué hueco había para mí? ¿Dónde encajaba yo? No puedo sentirme segura cuando siempre habrá una chica más importante en tu vida.
Según lo dice, sabe que es verdad. Que siempre ha guardado ése pensamiento dentro de ella, pero no había dejado que éste aflorase hasta entonces.
– ¿Esto es todo por Danielle?- Jacques enarca las cejas, desconcertado. No esperaba aquella respuesta.
– Todo no, claro. Pero prácticamente.
– Pero yo nunca… Danielle y yo sólo somos amigos… Yo nunca te he dejado aparte- dice Jacques, intentando explicarse, intenta excusarse. Cómo si él tuviera la culpa de todo. Estúpido. Ahora se siente culpable.
– Eso no significa que yo dejara de sentirme excluida- ella ya no está enfadada, está… ¿Casi sorprendida?
¿De verdad aquella era la razón por la que se había marchado? ¿O una excusa para hacer que Jacques se sienta mal?
– ¿Entonces por qué volviste?
Ella se encoge de hombros. Sabe que Jacques lo aceptará como respuesta. El tonto de Jacques, el bueno de Jacques.
– ¿Y ahora qué?
Ella le observa unos segundos antes de repetir.
– ¿Ahora que, qué?
– ¿Qué debo esperarme ahora?
– No entiendo que quieres decir con eso…- miente. Claro que lo entiende, pero…
– Sí, que si he de esperarme que cada fin de semana vuelvas como el recuerdo de la navidad pasada, o puedo empezar a rehacer mi vida. Que si puedo quitar todas estas cosas y volver a guardarlas en el cajón, o debo recordarte. Que me expliques que es lo que tienes planeado exactamente.
– Mi vida no es un plan que puedas leer, Jacques.
Él resopla.
– ¿Entonces?
– Entonces no sé si volveré el fin de semana que viene. ¿Tú quieres que lo haga?
Es una pregunta tonta. Claro que quiere. Pero no quiere vivir de fin de semana en fin de semana, no puede permitir que su vida se reduzca a ello. No puede depender de los deseos de ella, ya no.
– Yo…
Ella le insta a responder.
– ¿Tú…?
– No creo en las relaciones a distancia.
Sonríe amargamente, sus labios humedecidos de tristeza. Ella se marchará, se acabó. Debe dejar de hacerse ilusiones.
– A mí tampoco me gustan los tríos, y aquí estoy.
– Estás siendo injusta.
– No, no es verdad.
Está siendo sincera. No puede continuar con él mientras Danielle siga existiendo en su vida.
– Sí. ¿Por qué metes a Danielle en esto? Te fuiste, dejándome una mísera nota. Ella no tiene nada que ver con eso.
– ¿No te das cuenta, idiota? Pensaba volver.
– ¿Cuándo, después de cinco días? Esta mañana me preguntaste qué hice esta semana. Intenté olvidarte, joder. ¿Qué haces otra vez aquí?
– ¿Lo conseguiste?
– No llamaste, no mandaste ni un solo mensaje. ¿Quieres que te diga lo que tiene que ver eso con Danielle? Nada.
– ¿Lo conseguiste?- repite ella con paciencia.
Él respira profundamente.
– No.
Y ella sonríe.
– Es exactamente lo que quería oír.
Le besa. Pero por esta vez, Jacques tiene cabeza. La aparta ligeramente.
– Esto no va a funcionar.
Ella abre los ojos, y aprieta los labios.
– ¿Por qué no?
– Estás en Londres, no creo en las relaciones a distancia.
Ella se encoge de hombros al decir:
– Vente conmigo.
Pero ya es demasiado tarde.
– No, toda mi vida está aquí.
– Faltaré yo- asegura Eloise, cruzándose de brazos.
Están muy cerca, cada uno puede sentir la respiración del otro.
– ¿Por qué nunca me hablaste de esa propuesta de trabajo?
Él necesita saberlo. De una vez por todas. Ella ríe suavemente.
– Porque no pensaba aceptarla.
– ¿Entonces? ¿Por qué la has aceptado?
– Supongo que quería darle un empujón a lo nuestro.
– Un empujón hacia el vacío, ¿No?- dice él, airado.
– No. Sólo quiero aclarar las cosas de una vez. Hace más de un año que vivimos juntos, hace casi dos años que somos pareja. ¿Pero qué hay de responsabilidad en nuestra relación? Nada.
– ¿Esto es una prueba?
– No. No lo es. Estoy en Londres de verdad. Pero te dejé una nota, y tú ni siquiera te molestarte en llamarme. Eso es porque te dio igual.
– No tienes ningún derecho a juzgarme- Jacques aprieta los puños, tratando de evitar que aquellas gotas saladas desborden sus ojos.
« Maldita sea, ¿Cómo se atreve a echarme en cara que no me importa?»
– ¿Por qué no?- ella sonríe, sabiéndose vencedora.
Pero esta conversación no es una guerra en la que se pueda ganar o perder, Jacques responde:
– Porque si yo te importara tampoco me habrías abandonado así.
Touchée.
« Estamos jugando a echarnos cosas en cara, pero eso no arregla nada», piensa Jacques.
Eloise hace una mueca.
– Claro, a eso se reduce todo. A echarme la culpa a mí. Yo siempre tengo la culpa.
Jacques abre la boca para replicar, pero ella hace un sonidito, poniendo la mano en su cara.
– Ya basta, no metas más la pata.
Él suspira.
– ¿Qué quieres de mí?- pregunta.
Ella le mira fijamente, duda durante unos segundos.
– Ha sido un error volver- le besa suavemente en la mejilla— siento haberte desconcertado.
Coge la maleta, depositada tras la puerta.
– ¿Te vas?- pregunta él, su estómago se encoge de un salto.
– Sí, iré a casa de Christine, no te preocupes. ¿Me llamarás algún día sólo para hablar?
Él se pone delante de la puerta.
– Por favor, no te vayas.
Es patético, pero el amor a veces también lo es.
– De verdad, Jay, es lo mejor.
Le hace a un lado con delicadeza, y tira de la maleta.
– Lo siento, de verdad- dice Eloise, dándose la vuelta un segundo.
– Yo también lo siento.
Eloise sube al ascensor, Jacques se apoya contra la puerta. Vacío. Otra vez vuelta a empezar.