miércoles, 9 de marzo de 2011

II

No importa ya si Colin sigue con Itzel en casa, es igual si Lucille está también allí, Edmund está demasiado confuso como para darle importancia a una nimiedad como aquella.
¿Ella —la muchacha del metro—, le había abrazado? Sí. ¿Y después había salido corriendo? Sí. ¿Pero, por qué? Edmund no puede parar de pensar en ello. En ello, y en cómo será la voz de la joven. Y cómo se llamará, y como será su vida, tantos cómos… Y ninguna respuesta.
« Ha salido corriendo», se repite de nuevo, apretando los labios. Ella le ha abrazado y después ha salido corriendo.
Agita la cabeza, pero ella no va a salir tan fácilmente de sus pensamientos. La imagen de ella se aferra ya a él, poderosa, inquietante, encantadora. En una palabra, inolvidable.
– ¿Tío, qué te pasa?- pregunta Colin.
Acaba de llegar a casa, y Edmund estaba equivocado. Itzel ya hacía un buen rato que se había marchado.
– Nada.
Colin enarca una ceja, sabe que Edmund miente.
– ¿Es por Marine?
Aún no le ha contado nada de aquella llamada. Ni piensa hacerlo.
– ¿Por Marine?- Edmund se sorprende levemente— No, no es por ella.
Marine ha pasado a un segundo plano, no hay nada como una incógnita como para ocupar su mente.
– ¿Entonces?
Colin se estira, dejando al aire la parte baja de su abdomen, cubierto de arañazos.
– ¿Cómo te has hecho eso?- pregunta Edmund, en parte por curiosidad, en parte para dejar de hablar de él. Le incomoda aquel tema.
– Ya sabes, el ardor del amor…-dice Colin con voz profunda, encogiéndose de hombros.
– ¿Has dicho amor?- Edmund abre la boca— Iré a por el termómetro.
Colin se echa a reír.
– No es ésa clase de amor de la que hablo.
Edmund se detiene. Era demasiado bonito para ser cierto.
– Itzel debería cortarse las uñas- dictamina Edmund, arrugando los labios.
Piensa:
« ¡Será bruta! Pero a Colin parece no importarle… Es más, ¡espera!... ¡Parece gustarle! ¿Cómo está el mundo? Loco, eso es lo que está.»
Edmund se rinde. Allá ellos y sus locuras.