miércoles, 26 de mayo de 2010

III

III
– ¡Hola!- el teléfono cuelga de su oreja mientras se afeita con una mano. Sonríe, si el viernes ya fue un gran día, el sábado pinta mucho mejor.
– Hola- responden al otro lado. Es una voz ligeramente agitada, como la de alguien que acaba de echar una carrera.
– Ah, eres tú.
Está ligeramente decepcionado. Esperaba que fuese otra persona.
– ¡Cuánta animosidad hacia mi persona!- Edmund frunce los labios, sin dejar de prestar atención a la carretera— ¿Te he hecho algo?
– Esperaba que fueses Itzel. Dos palabras: de-cepcionante.
Edmund ríe entre dientes. Está de buen humor.
– Estúpido, eso no son dos palabras. ¿Tienes planes con ella?
– ¡Obvio! Tengo que disfrutar de ella antes de que se canse de mí.
– ¿Por qué iba a cansarse?- Edmund se sorprende.
Normalmente es Colin el que se cansa rápido —demasiado rápido, en realidad— de las mujeres.
– Es lo que tienen las diosas, les interesas hasta que encuentran un humano mejor al que seducir.
Edmund menea la cabeza; Lo peor de todo, es que Colin está completamente convencido de lo que acaba de decir.
– Te gusta de verdad, ¿Eh?
Ya sabe la respuesta antes de que Colin abra la boca.
– ¿Qué dices? ¡No!
Antes muerto que admitir que dentro de él hay un corazón que siente y padece.
– Genial- no se cree ni una palabra, pero no merece la pena continuar por aquella línea— entonces qué, ¿Vais a salir por ahí o…?
Se queda en suspenso, esperando la respuesta de su amigo. Colin duda unos instantes, y Edmund acaba la frase.
– ¿…O me vas a echar de nuevo?
Ya lo ha adivinado.
– No tienes por qué irte. Pediré a Itzel que no se…
– No, no. Déjalo. Me vendrá bien estar un rato fuera.
Cuelga el teléfono antes de que Colin diga nada más. ¿Para qué quedarse en casa si su único compañero de piso está ocupado haciendo otras cosas? Y desde luego, es sábado, se niega en rotundo a estudiar.