domingo, 7 de marzo de 2010

V

V
El timbre suena, igual que siempre, tres timbrazos cortos y uno largo al final, el sonido inequívoco, el sonido habitual.
– ¿Quién es?- pregunta Danielle, de todas formas. Sólo Blanche llama así.
– Anda, abre. Me muero de hambre.
Ella pulsa el botón, y después remueve un par de veces más los espaguetis que se ablandan en la cazuela. Le encanta la comida italiana, de hecho había dado un curso el año pasado, y se le da muy bien.
– Lunes, ¡Pasta! Hay cosas que nunca deben cambiar- dice Blanche, olfateando a la vez que cruza la entrada dando un par de cómicas vueltas que casi le hacen perder el equilibrio. Está alegre.
Blanche es la hermana pequeña de Danielle, tiene 11 años. Vive con ella desde hace un par de años, después de que un trágico accidente de coche se cobrara la vida de sus padres. Nunca hablan de aquel tema, pero conservan la fotografía de familia en el salón. Que no exterioricen sus recuerdos, no significa que los hubieran olvidado.
Blanche quiere entrar en el comedor, pero Danielle se interpone, adivinando sus intenciones.
– Ni hablar.
– Pero… ¡Quiero verlos! ¿Me gustarán? Oh, s'il te plaît, s'il te plaît, s'il te plaît...
Danielle sonríe, complacida ante la mueca entusiasta de su hermana.
– Ve a ponerte el pijama y a lavarte las manos. En cuanto acabemos de comer, te prometo que serás tú misma la que les sacarás de la bolsa.
Sí, estan dentro del acuario, pero aún embolsados. Para que los peces se acostumbren a la temperatura del acuario es conveniente introducirlos con la bolsa al menos media hora antes de soltarlos en el agua.
– ¡Vale!- exclama Blanche corriendo hacia la habitación, y deteniéndose un segundo antes de entrar, mirando hacia atrás.
– ¿No estarás pensando en hacerme trampas?- pregunta Danielle, frunciendo el ceño.
– ¡No! Sólo quería decirte “hola”. Se me había olvidado saludarte.
Y Danielle sonríe de nuevo.
– Hola Blanche…- le guiña un ojo, y después añade— como me hagas trampas, no te dejaré soltarlos en la pecera.
La muchachita tarda apenas unos minutos en cambiarse, y corre hacia la cocina sin desviar la mirada hacia el comedor. La tentación de ver los peces es grande, pero la posibilidad de liberarlos ella misma es aún más fuerte.
Pone la mesa, mirando fijamente a su hermana mayor, que acaba de echarle la salsa a los espaguetis y está comprobando si les falta sal.
– ¿Cuántos guppys has comprado?
Necesita respuestas con las que saciar su incansable curiosidad.
– Dos- aquella fue la primera pregunta a la que Danielle accede a responder.
– ¿Sólo dos?- para ella que espera llenar completamente la pecera de peces, dos se le antojan muy pocos.
– Sí, un macho y una hembra.
– Pero…- Blanche cavila, poco convencida- ¿Y si no se gustan?
Danielle se ríe, divertida ante aquella pregunta.
– Se gustarán.
– ¿Cómo puedes estar tan segura?
– Porque los he elegido yo.
Blanche se cruza de brazos, aún dándole vueltas. ¿Y si su hermana no tenía razón? Pero se olvida de todo cuando el plato de espaguetis está frente a sus narices. ¡Olían tan bien, y ella tiene tanta hambre!
Engulle la comida mientras observaba a Danielle, que come lentamente, sin prisa.
« ¿Por qué irá tan despacio?», se pregunta, molesta. Quiere ir a ver los peces sin más demora.
– Venga, venga, vamos- insta, mientras su hermana acababa de recoger la mesa.
– Si me ayudaras tardaríamos menos- refunfuña, poniendo los vasos en el fregadero.
– Ya está. ¡Vamos!- tira de la manga de Danielle hasta que llegan a la puerta del comedor. Se para a mirarla un segundo, buscando en su rostro el permiso para abrir. Danielle sonríe, sorprendida ante lo pequeña que parece su hermana en aquellos instantes.
– Adelante.
Abre la puerta, expectante. Las bolsas flotan en la pecera, situada junto al televisor.
– ¡Oh!- exclama, mirando a los peces desde todos los ángulos posibles, excitada, feliz— ¡Me encantan!
Hace un curioso baile antes de recordar que los peces siguen estando ahí, atrapados en sus respectivas bolsas. Coge la primera, sin esperar a que Danielle le de permiso, y suelta el nudo, introduciendo al primer pez, que colea feliz de ser liberado de su cárcel de plástico.
– Se parece a Cleo- asegura señalando aquel pez, mientras trata de desenredar uno a uno los nudos de las bolsas.
– Está bien. Puedes ponerles nombres- Danielle sonríe complacida— Al fin y al cabo, te los ganaste.
Blanche da varias vueltas alrededor del acuario, observando a cada uno de los peces que nadan explorando su nuevo hogar.
El guppy azul ya persigue insistentemente al rojo, que nada velozmente, huyendo del bólido azul que era su persecutor. Blanche no sabe de suficiente psicología sobre peces como para entender si huye porque no le gusta, o si únicamente están jugando. En realidad, ¿Existen esas dos posibilidades?
Danielle ha aprovechado aquel momento para escabullirse, y se ha tumbado en su cama a leer. Desde su habitación se oye de vez en cuando las carcajadas emocionadas de Blanche. Hay un neón que la persigue el dedo, y eso la divierte enormemente.