viernes, 12 de marzo de 2010

Capítulo 3. Ellos.

El maldito despertador suena a las seis y media, como todos los días. Jacques se agita en la cama, refunfuñando, y Danielle estira la mano para apagarlo, palpando cuidadosamente todos los objetos de la mesilla.
– Ya está, ya está- dice ella, mientras él continua soltando una retahíla de insultos acerca del tiempo, de la madre que lo ha parido, y del inventor de los relojes.
Danielle le abraza desde detrás, y afirma.
– Tenemos aún media hora más para dormir.
Y él se calla. No les cuesta demasiado volver a dormirse, ni siquiera son conscientes de que Blanche también se ha despertado, y se hace un hueco en su cama. No es hasta media hora más tarde que vuelve a sonar el despertador.
– ¿Qué hora es?- pregunta Jacques, bostezando. Ésta vez está un poco más despierto.
– Son las siete- dice una vocecilla detrás de él, y se sobresalta.
Aún no se había dado cuenta de que Blanche se ha tumbado a su lado.
– ¡Blanquita!, que susto me has dado.
Ella ríe, expandiéndose en la cama. Radiante.
– Buenos días.
Danielle aún no ha escuchado el despertador por segunda vez.
– Sh…-acalla Jacques a Blanche, señalando a su hermana— vamos a desayunar.
Apaga el despertador definitivamente, y acompaña a la pequeña hasta la cocina, cerrando la puerta para que Danielle no se despierte.
– Hoy no trabaja, ¿Verdad?- pregunta Jacques.
– No- responde ella, bostezando como un leoncito recién despertado. Sus cabellos de un color rubio oscuro están abombados y tal vez se asemejan en algo a la melena de un león.
– ¿Viene a buscarte Mathias Legrange?
– Sí.
Mathias es el padre de Nicolette Legrange, una de las mejores amigas de Blanche.
– Genial. ¿A qué hora viene?
– A las siete y media. Entramos a las ocho.
Mientras hablan, Blanche se preparaba el colacao, y se come un croissant vorazmente. Está feliz de que Jacques le esté dedicando su atención a ella, sólo a ella.
– Venga, ve a vestirte. ¡Vas a llegar tarde!- Blanche sale corriendo, y Jacques sonríe. Le recuerda un poco a Danielle cuando era pequeña, a pesar de que ambas son muy distintas. Remueve el café, y le da un sorbo.
« Puaj… Odio el café por la mañana», piensa, y se bebe de un trago todo lo que le quedaba.
– Ya estoy- Blanche aparece peinada, vestida, y con la mochila al hombro. Está lista, y en un tiempo récord.
– ¿Quieres que te acompañe?- pregunta él, dubitativo.
Blanche le mira durante un instante, pensando en lo divertido que sería que le despidiese con la mano mientras ella se iba en el coche con Nico. Pero finalmente dice:
– No, me las apaño sola.
Se pone de puntillas, esperando un beso de despedida. Jacques la complace, y antes de salir por la puerta pide:
– Cuando se despierte Danielle, dile que hoy venga a buscarme. No tiene excusa para no hacerlo. ¡Ah, y que le dé de comer a los peces!
Después se dirige hacia el ascensor pegando saltos. Alegre, feliz, sin preocupaciones. Como la niña que aún es.
Jacques cierra la puerta, y bosteza. Aún está adormilado, y él no entra en la pastelería hasta las once. Regresa a la cama, y se tumba abrazando a Danielle, que se ha encogido, recogiendo las piernas con sus brazos.
Ella se estira al percibir que había recuperado el calor del cuerpo de Jacques a su lado. Y extrañamente, sonríe.